Arduas investigaciones en busca de un hotel para estas vacaciones me han hecho llegar a esa conclusión. Es más que probable que debamos dar las gracias a los hoteles por el imprescindible postureo veraniego. De hecho Instagram se inventó después. O eso creo.
Te pongo en situación. Tras mucho tiempo reservando las vacaciones el día antes de salir de viaje, este año me he plantado. “Así no. Las elegiremos con tiempo. Verás que diferencia.” Ingenua de mí.
No negaré que soy un poco especialita. Pero también es verdad que no pido demasiado. Este año me apetece un hotel cercano a la playa y a bares y restaurantes desde donde poder además hacer excursiones. Del interior solo pido que esté bien equipado, sea agradable y tenga un balcón con vistas al mar.
Sería de agradecer también volver de las vacaciones con mis dos riñones en el mismo estado en que los tenía al salir y no haber dejado uno en el pago de la reserva. Y aquí, amiga, es dónde empieza el problema.
Inventores del postureo
Con el ratón cargado de buenas expectativas me dirijo a una de esas páginas dónde comparan hoteles con opiniones de viajeros. Lo normal. ¡En mala hora!
Elijo fechas y zona y dejo que la web me ofrezca “todo un mundo de posibilidades”. Bien, hay algunos que se escapan de mis propias “posibilidades” económicas. Todo dentro de lo esperado.
Para eso están los filtros. Elijo categoría de hotel, servicios que quiero que tenga y rango de precios. Y obtengo un montón de aparentemente buenos resultados. Quédate con el concepto “aparentemente”.
Siempre comienzo mirando las fotografías. Y me empiezo a preocupar cuando el 95% corresponden a la piscina (que no tengo intención de utilizar) y el 5% restante a las habitaciones. Aún así, pronto encuentro una que parece interesante. Con “vista LATERAL a la playa”. ¡Bien, ya vamos avanzando!
Y es entonces cuándo, osada de mí, leo las opiniones de los viajeros. E incluso me atrevo a mirar sus fotografías. Y caigo de lleno en un “expectativas vs realidad”. Y esto se repite una y otra vez con el consiguiente bajón pre-vacacional.
Que si muebles viejos y pasados de moda, que si vistas a una pared, que si escasa limpiezapor no hablar del que si habitantes con más de 4 patas no invitados a la habitación. Pondría imágenes, pero no me atrevo. Además no tengo muy claro que sea legal.
En ese momento incluso me entran dudas. ¿Realmente necesito mis dos riñones para sobrevivir o puedo prescindir de uno a cambio de las vacaciones? ¿Qué pensará mi medio costillo de invertir un testículo a cambio de una buena habitación con vistas al mar? Porque no te quepa duda, todo lo que encuentro y me gusta cuesta un huevo.
Descartado el tema órganos que es muy serio, me veo en esta tesitura. O renuncio a una habitación “mona”, o renuncio al balcón, o renuncio a la playa, o a la zona o a poder dormir por las noches a causa del ruido ambiental referido por los viajeros. Casi me salían mejor las cosas cuando reservaba de un día a otro.
Imágenes: Booking
Nota: Ningún hotel ha sufrido daños en la realización de este post. Todas las imágenes corresponden a las mejores valoraciones de los viajeros y se corresponden con la realidad.
Como aún me queda tiempo seguiré intentándolo. Estoy convencida de que en algún lugar existe un hotel en el que opiniones de los viajeros y realidad vayan de la mano. O eso, o dejo de leer opiniones. Seguiremos informando.
¡Feliz finde!
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