El vienes, tras salir del trabajo y hacer algo de compra, llegué a casa y cerré la
puerta que no abrí hasta el domingo por la noche en que Javi volvía de pasar el
fin de semana fuera.
He estado sola, sin pisar la calle, descansando, lo que no significa que no haya
estado haciendo cosas. Para una madre que trabaja fuera, quedarse en casa
significa hacer aquello para lo que no ha tenido tiempo durante la semana y, si
además es bloguera dedicar tiempo al blog, aunque esto último no es para mí
trabajo porque es lo que más me gusta hacer.
Ya el hecho de no madrugar, organizar el tiempo a mi modo, no tener que
atender ni escuchar a nadie más que mi verborrea mental (cada vez menos
porque gracias a la meditación consigo acallar mi mente hiperactiva) y poder
tomarme ratitos de relax, convierten estos días que estoy totalmente sola
en una cura de estrés.
Hay personas que se sorprenden cuando les cuento que me encantan estos
fines de semana monacales, para quienes los findes sin salir son una pérdida
de tiempo, pero en mi caso es la mejor manera de disfrutar MI tiempo.
Quizás sea una rara avis pero para mí lo extraño es la gente que se aburre
sola, que no tiene siempre en mente algo que hacer o disfrutar por sí misma.
Es cierto que de vez en cuando agradezco una buena compañía y conversación,
que si no trabajase fuera estaría seguramente en casa subiéndome por las
paredes y deseando salir, pero cuando se pasa fuera de casa ocho horas,
cinco días a la semana y, además, tienes un trabajo en contacto con
muchísimas personas al día, que queréis que os diga, vuelvo a casa
que casi no me aguanto ni yo.
Además, sola de solemnidad no estoy: gracias a internet puedo interactuar
con otras personas, leyendo sus blogs o preparando mis posts.
¿Qué quiero viajar? Busco las fotografías de alguno de mis últimos viajes,
las edito, las publico, os cuento mi experiencia y revivo el recuerdo.
Este finde estuve en casa, sí, pero también he vuelto a Chaouen, el maravilloso
pueblo azul de Marruecos del que hoy os muestro su alcazaba, precisamente el
único edificio que no tiene ese azul tan característico del lugar sino el tono
tierra propio de las kasbahs bereberes de adobe.
La alcazaba de Chaouen se encuentra en la plaza principal, junto a la mezquita,
y en su interior descubrimos un magnífico jardín central alrededor del cual se
encuentran las edificaciones que actualmente se dedican a actividades
culturales y museo.
Cuando nosotros fuimos los cítricos estaban rebosantes de frutos, sobre
todo los naranjos que abundan por toda la zona.
Los eucaliptos son igualmente abundantes en este área de Marruecos,
encontrándose por todos lados, así como las palmeras y en su momento
los cedros, aunque muchísimos de ellos están desapareciendo por la tala
indiscriminada y el cambio climático.
Preciosas las lámparas árabes del interior de la fortificación y evocadoras
las puertas y ventanas desde las que se pueden disfrutar las magníficas
vistas de la ciudad y sus alrededores.
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Dedicamos un buen rato a descubrir los rincones de los jardines y la fortaleza,
a disfrutar de sus vistas y admirar un mágico atardecer.
Volviendo a la realidad: ¡feliz comienzo de semana!