La incorporación tras las vacaciones navideñas está siendo un poco dura
para mí: es la época de mayor movimiento en mi trabajo y a ello se ha
unido un virus gripal que me tiene realmente agotada.
En casa, entre lavadoras, organizar fotografías y poner al día mi correo no he
tenido apenas tiempo para nada más. Es lo que tiene estar desconectado de
la vida 2.0 durante tantos días: casi 300 correos en la bandeja de entrada
han tenido que esperar a que encuentre el momento para atenderlos.
Pero sí pude tomarme un rato organizando y empaquetando los souvenirs
que trajimos para familiares y amigos desde Marruecos, un momento
creativo y frugal para compartir en los Findes de Marcela Cavaglieri.
El rico y saludable desayuno de nuestro bed and breakfast nos dio ideas a
la hora de elegir algunos de los detalles que traeríamos: aceitunas y dátiles,
realmente deliciosos y que sabíamos iban a gustar a algunos miembros de
nuestra familia.
Javier eligió las aceitunas que sabe le encantan a su padre y sus abuelos.
Las compramos al peso y en casa las distribuimos en distintos botes a
los que añadimos una cubierta de tela cortada en zig zag y decorada
con sellos de estampar.
Los nombres de los destinatarios con rotulador para tela e hilo de fibra
natural en color azul para sujetar la cubierta: ya tenemos nuestros botes
de aceitunas listos para entregar.
Yo elegí unos dátiles para mi padre: como es diabético siempre lleva un
paquetito de uvas pasas, ciruelas o dátiles en el bolsillo por si le da un
bajón de azúcar.
Los dátiles de Marruecos son exquisitos y traje algunos que empaqueté en
una bolsa de papel kraft y anudé con cordón de lino y una rama de romero.
A mi madre, entre otras cosas, le traje un palito para miel en madera hecho
artesanalmente que he anudado a un bote de miel comprado aquí en España
pues aunque en Marruecos hay buena y rica miel, temí por la integridad del
recipiente durante el vuelo.
Los cuencos de cerámica, el azul de las aceitunas y el pintado a mano con
escritura árabe, ambos artesanales, me enamoraron nada más verlos y se
vinieron a casa conmigo.
De todos es conocida la tradición árabe de los baños públicos, Hamman, de los
que Chaouen cuenta con algunos que son visitados varias veces a la semana por
sus pobladores, a primera hora de la tarde por las mujeres y en horas más
vespertinas por los hombres.
Acompañados por el grupo de jóvenes españoles que allí conocimos, Javier y
yo finalmente nos decidimos a visitalos y fue una grata experiencia: el edificio,
el calor relajante y ver cómo se vive esta tradición por los propios habitantes.
En mi caso, mujeres de todas las edades y niñas con sus cubos, cazos,
jabones y paños con los que darse un buen masaje exfoliante y tonificador
mientras hablan, ríen y comparten. Al principio nos miraban curiosas pero
enseguida nos dieron indicaciones de lo que no hacíamos correctamente,
todo por señas porque sólo hablaban árabe.
Y en relación con esta antigua tradición árabe de baños os voy a hablar de la
tienda más exitosa de Chaouen, La botica de la Abuela (sí, en español), una
tienda de jabones, aceites, esencias, especias... que es un disfrute de aromas,
colores y texturas para los sentidos.
Está al lado de la plaza principal de la Medina y os la aconsejo sinceramente
si visitáis Chaouen y queréis haceros con buenos productos de cuidado
personal: la amabilidad, las explicaciones de las propiedades y características
de cada producto que pueden probarse in situ y que es la única tienda donde
no se regatea (ya os comenté cuánto me violenta tener que negociar el precio
cuando compro).
De allí traje un paquete de rosas de Marruecos para aromatizar y preparar té de
rosas. También me compré una cinta exfoliante de fibra natural para baño, así
como algunos jabones.
La bandeja de madera de cedro hecha a mano es una artesanía bereber.
Para mi madre pedí allí un paquetito de esas raras flores secas de vivos
colores que veis en las dos fotografías anteriores y que no son otra cosa
que flores de higo chumbo (hay muchísimas chumberas por la zona) secas,
tintadas y aromatizadas. Mi madre tiene un recuerdo de infancia con los
higos chumbos que nos ha contado en innumerables ocasiones y al
enterarme del origen de esas florecillas no dudé en traerle algunas.
Pero resulta que no se vendían, que eran sólo para adornar y aromatizar
paquetes. Sin embargo no dudaron en prepararme un generoso paquetito
que no quisieron cobrarme. Al pagarles los productos que nos llevamos
intenté dejar propina pero no la aceptaron, algo realmente ajeno a las
costumbres comerciales de la cultura árabe.
El paquetito de la última imagen, con jabones, piedra pómez y un disco de
arcilla cubierto de ganchillo para exfoliar, fue el souvenir estrella: trajimos
varios y han gustado muchísimo.
Aún me queda mostraros algunos caprichos que traje para la casa, como
un puf o una alfombra con ese toque noretnic que nos encanta y por unos
precios que no os vais a creer. Digamos que con lo que me he ahorrado
comprando esos artículos allí casi he pagado la mitad del viaje...
Un punto más a favor para visitar la preciosa Chaouen, ¿no os parece?