Por eso cuando me llaman para ayudar a ordenar una cocina lo primero que pienso es que en esa casa hay una familia unida, o que alguien pasa mucho tiempo en esa zona de la vivienda, como un espacio de recreo o de reunión. En el caso que os quiero contar se dan todas estas circunstancias: familia numerosa, unida, con cocina grande, donde se desarrolla gran parte de la vida cotidiana.
A veces el hecho de que el espacio sea tan grande es un reto de organización incluso más difícil que el de uno más pequeño, porque al final siempre se acumulan demasiadas cosas por el simple hecho de que como hay espacio de sobra, ¡qué más da!. Y no, no da igual. Debemos a prender a convivir con el espacio vacío, dejar a un lado el “horror vacui” y disfrutar al abrir un armario y ver que no está todo abarrotado, que las cosas se pueden coger fácilmente y que todo está ordenado sin necesidad de un gran esfuerzo.
La cocina de Laura además es muy luminosa, lo cual contribuye a difuminar la solera del mobiliario, que tiene ya más de 30 años como recuerda su propietaria con cariño, ya que la casa había pertenecido a sus padres y ella misma se había criado en esa cocina. Así que nos pusimos manos a la obra entre recuerdos y nostalgias.
Lo primero que hicimos como siempre hago en este tipo de espacios, es ir vaciando todos los armarios y clasificando por categorías. Es el momento perfecto para empezar a tomar decisiones sobre lo que no es necesario mantener, especialmente lo que atañe a electrodomésticos estropeados y utensilios rotos o que nunca se utilizan -y esto incluye tazas de propaganda y vasos de crema de chocolate-.
Lo primero es sacar todo fuera de su lugar. El momento que más me gusta
A medida que el espacio se va aclarando, aprovechamos para limpiar sobretodo los muebles más altos. En consejos de limpieza reconozco que no soy nada buena, pero podéis encontrarlos en blogs como el de mi compañera Alicia de Orden y Limpieza en casa.
Durante este proceso mi mente va calibrando y diseñando cuál será el nuevo orden, atendiendo siempre a conceptos de frecuencia de uso y de accesibilidad, pero siempre contando con la opinión de la persona que va a utilizar el espacio. Esto es fundamental, porque sólo ella sabe cuales son los problemas de orden con los que se encuentra habitualmente. En este caso hay que tener en cuenta la acumulación de productos de alimentación cuando llega la compra a casa, que no tienen sitio fijo y que se quedan siempre en un rincón en el suelo -hablamos de cervezas, agua, leche etc.-. O la encimera donde se van dejando papeles y multitud de objetos que no tienen destino claro y que constituyen un foco de desorden visual tan evidente que sólo verlo produce una sensación de malestar. Además también había que dar cabida a un espacio para que las hijas de Laura pudiesen tener material de manualidades, pinturas etc, porque es en la cocina donde se sientan para hacer este tipo de actividades.
Así quedó un armario para almacenaje de compra y para la vajilla infantil, accesible a las niñas pequeñas
El después de uno de los armarios, que destinamos a modo de despensa
El antes de la encima en la que se abandonaban cosas y más cosas
El después de la encimera. La primera impresión que da la cocina ahora es otra
Poco a poco fuimos redistribuyendo, recolocando, desechando y solucionando todos los puntos de conflicto, incluido un gran cajón con bolsas de plástico que realmente apenas se utilizaban, dejando solamente unas cuantas de diferentes tamaños.
Por supuesto no faltó mi famosa “zona del desayuno”, donde pusimos todos los electrodomésticos, utensilios y alimentos necesarios a la hora del desayuno y que tanto tiempo se consigue ahorrar teniéndolos todos en un área de trabajo concentrada.
Antes el armario del desayuno estaba repleto de copas que no se utilizaban a diario, botes de cristal y tazas de propaganda
Después quedó despejado con los artículos del desayuno, dulces, algunos tarros y desechables
La famosa “zona del desayuno” de Ana Samper
Ordenando el cajón de las bolsas de plástico. Clasificamos y nos quedamos con una selección, después el truco está en no acumular
Y, cómo no, al tiempo que iba colocando y ordenando, buscaba la armonía y el sentido de las ubicaciones. Destinamos la vitrina central a poner la vajilla de diario, cerca del lavavajillas y de la mesa, ordenada y no sobrecargada para que fuese bonito a la vista. Pusimos los táperes todos juntos en un armario más accesible, ordenados por tamaños, y guardamos en los armarios altos junto con aquellas cosas de las que la propietaria no quería deshacerse porque de vez en cuando utilizaba y no había necesidad de tenerlas a mano, ni a la vista.
Estos armarios guardaban utensilios que podían estar mejor en otra zona. Era el lugar perfecto para la vajilla al estar al lado del lavavajillas
Cómo quedó el armario para la vajilla, cerca de los electrodomésticos
Ahora sí, ¡qué gusto de cocina!
¡En tres horas la cocina parecía otra!
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