De este modo, podemos diferenciar entre dos tipos de efectos:
- La toxicidad aguda, que se refleja a través de irritaciones de la piel, mucosas... Se puede producir por el uso de detergentes, suavizantes, lejías, ambientadores... Además, en caso de ingesta por accidente pueden provocar problemas renales, musculares o cardiadas.
- La toxicidad crónica, que es silenciosa y supone un mayor peligro, y se debe a una exposición prolongada. Entre los efectos están los problemas respiratorios, las alergias, enfermedades cutáneas, envenenamiento progresivo, reducción de la fertilidad...
Por todo ello, lo mejor es, en la medida de lo posible, sustituir los productos de origen químico por otros más caseros y naturales. Por ejemplo, productos como el vinagre, el jabón casero y el agua se pueden usar para limpiar prácticamente toda la casa. Por su parte, podemos recurrir al bicarbonato, al limón y al borax para la suciedad más incrustada. También podemos adquirir productos etiquetados como ecológicos, aunque en muchos casos siguen incluyendo elementos perjudiciales. Así, es en las eco-tiendas donde podemos encontrar productos realmente ecológicos.
Sin embargo, no siempre se puede renunciar a todos los productos químicos. En ese caso es importante fijarnos en que están bien identificados y controlados. Así, este tipo de productos debe incluir una etiqueta visible que advierta del riesgo de su uso, así como las instrucciones que hay que seguir para su manipulación. Además, la etiqueta debe incluir:
- Denominación comercial del producto.
- Datos del fabricante, distribuidos o importador.
- Símbolos y advertencias de peligro.
Consejos para usar productos de limpieza químicos
- Leer siempre las etiquetas
- Intentar emplear detergentes sin fosfatos y biodegradables.
- Usar guantes y acercarnos lo menos posible para evitar la inhalación.
- No mezclarlos.
- Guardarlos fuera del alcance de los niños y tenerlos localizados.
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