Por eso me ha parecido un buen momento para hablar de todo ello con más profundidad de la que hasta ahora lo había hecho, y con un criterio desde dentro de la profesión que avalan 5 años de trabajo en casas y espacios de diferente índole y situación, pero con un mismo problema en común, el desorden.
Yo leí el libro de Marie Kondo “La Magia del orden” en 2014, un año antes de que se publicase en España, en una mala traducción al castellano y en kindel, tal era mi pasión en ese momento. Por entonces ya llevaba un año con mi proyecto de orden en marcha, es decir que el libro no supuso para mi el descubrimiento de que mi habilidad por ordenar podía ser una profesión, si no que fue una confirmación de lo que ya estaba haciendo, y en ese sentido un subidón de motivación.
Por supuesto puse en práctica su método, aun cuando mi casa ya estaba ordenada, pero todavía llena de demasiadas cosas que no necesitábamos. Y esto me valió para crearme una opinión más fundada sobre su forma de ordenar.
Empezando por la crítica a Marie Kondo (que es más jugosa) diré que no todo el mundo puede empezar a organizar su casa deshaciéndose en primer lugar de la ropa. El grado de apego a las diferentes categorías que ella establece no es el mismo para todo el mundo, y a la hora de trabajar si queremos conseguir resultados eficientes, conviene tenerlo en cuenta, y detectar en la medida de lo posible dónde está el punto débil de cada persona en cuanto a la acumulación y al apego se refiere.
Además la aplicación de su método por categorías requiere de tiempo suficiente para poder ir eligiendo una a una cada prenda, objeto o enser que hay en una casa, lo cual es algo que, dependiendo del tamaño y de la cantidad de objetos que haya, puede extenderse durante meses.
Y por último, delegar totalmente en la persona el proceso de descarte sin un acompañamiento más intenso del que ella hace en su programa (ella va, da instrucciones al cliente y se va, cuando vuelve a la casa todo está ordenado), no es válido para todo el mundo.
Muchas personas que buscan la ayuda y el asesoramiento de un profesional del orden lo que necesitan es precisamente tener el apoyo y la referencia de alguien ajeno que les ayude a decidir, ojo, no que decida por ellos. Y más importante aún, que les ofrezca una visión objetiva del espacio. Siempre desde el respeto, nunca con imposición.
Dicho esto, sin embargo, desde el mundo de la organización y especialmente en España, no podemos dejar de estar agradecidos al fenómeno de esta japonesa que ha conseguido vender más de 10 millones de copias de su primer libro (tiene dos más) en todo el mundo.
Y en este punto me gustaría hacer una reflexión:
¿cómo es posible que un libro que habla de organizar y ordenar una casa haya llegado tan lejos?
¿ no habrá detrás de todo esto una llamada de atención a nuestro modo de vida actual?
¿no será una forma de hacernos ver a nosotros mismos que algo no estamos haciendo bien?.
La búsqueda de la simplicidad y la reducción de las cosas que tenemos a la mínima expresión no es algo nuevo, el minimalismo y otras corrientes filosóficas vienen abogando por ello desde hace mucho tiempo, pero el grado de estress e infelicidad al que hemos llegado como consecuencia de no darnos cuenta a tiempo de que el consumo rápido y barato no resuelve nuestra insatisfacción, unido a la mala gestión del espacio y la falta de tiempo, es lo que creo sustenta el éxito de este fénomeno.
En la parte positiva de su método está en primer lugar la clasificación por categorías, como eje del trabajo de organización, en lugar de hacerlo por estancias. De esta manera consigue que dimensionemos las cantidades, haciendo montañas de ropa, de libros, de cajas, etc. y entendamos lo absurdo de tener cosas que ni siquiera recordábamos haber guardado, y eso es una buena terapia de choque.
Marie Kondo también ha elevado a la categoría de mantra el famoso “doblado vertical”, algo que tampoco ha descubierto ella, pero que si ha consagrado como la técnica definitiva para que un cajón de ropa, toallas, trapos o manteles esté ordenado, y además con menos arrugas (aunque esto es algo que podría discutirse). Lo cierto es que abrir un cajón y poder ver todo a un golpe de vista es algo que facilita la elección, reduce el tiempo de decisión y además optimiza el espacio.
Pero para mi, sin duda, lo más importante de su sistema es lo que más se ha criticado, al menos en la cultura Occidental, y especialmente en España: despedirse de las cosas antes de deshacernos de ellas.
Cuando el desordenado lector del libro de Marie Kondo, convencido ya de hacer las categorías, y de que ordenar su casa va a cambiar su vida, llega al capítulo en el que tiene que decirle adiós a un calcetín… ay, entonces todo se viene abajo y acaba dejando el libro en su mesilla de noche…. ” que ridiculez”, piensa, y hasta aquí.
Pues si, eso también lo pensé yo cuando lo leí, pero seguí adelante, al principio obviando esta parte. Pero cuando lo puse en práctica en mi misma, y empecé a llorar cuando decidí que tenía que tirar la ropa que guardaba de embarazada, y que dicho sea de paso estaba gastada, y me ocupaba un montón de sitio y nunca más iba a utilizar, entonces comprendí la importancia de esta parte de su método.
La escenificación del adiós a algo que te ha acompañado durante una parte de tu vida, supone una reflexión, un análisis y una conclusión definitiva de esa parte de tu vida que lleva a valorar la necesidad o no de guardar ese objeto, y esto es lo que de verdad consigue que el proceso de desapego sea efectivo.
Tirar sin más puede ser útil en un momento dado, y aliviarnos, pero hacerlo sin reflexionar y decidir aunque sea durante una milésima de segundo, no cerrará el circulo, no acabará con el hábito de comprar y acumular.
En definitiva podremos estar más a favor o en contra de su método, podremos querer tener la casa ordenada o no, pero sin duda el fenómeno Marie Kondo ha marcado un hito no sólo en el mundo de la organización, si no en la manera en la que nos enfrentamos al consumo.
Pero sobre todo ha supuesto un cambio en la relación con nuestras casas, convirtiéndolas en espacios donde refugiarnos, devolviéndoles el sentido original de lo que una casa debe ser, un lugar donde vivir a gusto, no unos meros contenedores de objetos que nos recuerdan constantemente lo que algún día fuimos, o quisimos ser y no lo que realmente somos, impidiéndonos disfrutar de nuestra vida.